Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Retrato de Álvaro Delgado

La Asamblea de Madrid inaugura una exposición de retratos del pintor Álvaro Delgado con el título de «Iconografía de la memoria». Álvaro Delgado es el mayor, el más prestigioso de nuestros pintores asimilados (con esto del «asturchalismo» hay que hilar fino, aunque no creo que sea necesario pedir disculpas porque Álvaro haya nacido en Madrid). Nació en Madrid, en 1922. aunque este dato «empieza a resultarle molesto» (ya comenzaba a resultarle molesto. por repetido. cuando lo escribió, en 1980, así que nada digamos ahora); en Madrid empezó a pintar, con Vázquez Díaz; en Madrid hizo la primera exposición, en 1945, presentado por Eduardo Llosent. En 1985 escribió:

Vivo en Madrid, en donde nací, pintando desde hace más de treinta y cinco años. En ese tiempo he viajado algo, lo que considero importante, y he leído mucho, lo que también me parece importante.

Con todo esto, con su formación, con sus viajes, con su trayectoria, se configura Álvaro Delgado como un pintor eminentemente urbano: ¡si hasta trabajó como «boy», que era la más urbana de las ocupaciones en aquella época dorada en la que los grandes hoteles, los transatlánticos y los ferrocarriles mantenían todavía su prestigio! Pero el pintor urbano sale del campo: y, entré los episodios importantes de su biografía incluye

mi hallazgo del paisaje asturiano con cuyo conocimiento y contacto se precipitan nuevas intenciones, formas larvadas anteriormente, y surgen temas inéditos.

Nos encontrarnos en 1955, cuando, según escribe Jesús Villa Pastur,

su obra se abría ya plenamente a los halagos de la fama, y era dueño de un lenguaje expresivo propio, sancionado favorablemente por los críticos más exigentes de aquel entonces.

Pero el pintor no se reduce a un solo paisaje. Confiesa:

El establecimiento de mi estudio en La Olmeda, en un paisaje opuesto al de Asturias, pero que lo complementa y cuyos hombres conformados por el clima y el trabajo, en su entendimiento, van a ayudarme a afirmar una deformación expresiva, acentuar una mayor independencia imagen-realidad y encontrar nuevas relaciones entre forma y color y grafismo

es otra decisión que el pintor considera decisiva en su desarrollo, según escribe Álvaro Delgado en el Catálogo Nacional de Pintura de Luarca, que ese año, 1985, le rindió homenaje:

Por el momento siento una gran curiosidad por lo que ocurre en los pueblos pequeños donde, desde hace años, pinto, La Olmeda y Navia, y una gran alegría de trabajar en ellos. Sus hombres, sus animales y sus paisajes han motivado casi todos estos cuadros.

Hay dos paisajes fundamentales para un pintor, el de la tierra y el del hombre, es decir, el paisaje propiamente dicho y el paisanaje. Al que pinta las cosas de la tierra se le denomina paisajista: al que pinta las cosas del alma, porque el rostro es el espejo del alma; se le llama retratista y Álvaro Delgado era más bien paisajista, hasta que abordó el retrato de Haile Selassie («un tema hasta entonces tratado por mí sin gran atención»), y, fascinado por sus posibilidades, decide ahondar en el misterioso paisaje del rostro humano. Para ello juzga fundamental asomarse al espejo sin fondo al que otros ya se han asomado: Rembrandt, Goya; Kokoschka, Sutherland y Bacon.

¿Mezcla de clasicismo y modernidad? De ningún modo; si Rembrandt y Goya son clásicos, es porque fueron siempre vigorosamente modernos; en otro sentido, lo de moderno o ser clásico no pasa de ser una etiqueta. De este modo, Álvaro Delgado se convirtió en el más poderoso de los pintores españoles. Pintor de luces y sornbras, como las que se mezclan en el hombre, algunos personajes, como el Paravicino, se aproximan a la caricatura truculenta, mientras que a Jovellanos le vuelve a retratar con tanta simpatía como le pintó Goya. Pintor de historia en sus retratos, sus cuadros históricos» le permiten alternar de tú a tú con Veláquez, el Greco y Goya, y en ellos se otorga a sí mismo la mayor libertad y desenvoltura. Sus «retratos contemporáneos» incrementan esa vasta galería: qué duda cabe de que muchos de los tratados sólo serán recordados porque los retrató Álvaro Delgado. Entrando en el rostro de los hombres el pintor se adentra en el alma de la Historia: Porque, como ha escrito José Hierro a propósito de él,

el arte del retrato es algo que exige más valor de lo que mucha gente cree.

La Nueva España · 21 abril 1999