Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

En recuerdo del marqués de Santillana

Con tanto aniversario como se está celebrando, cabe la casi segura posibilidad de que se pase por alto que hace ahora seiscientos años, en 1398, nació en Carrión de los Condes don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, gran señor y señor de la guerra, y escritor y poeta de los que sabían que «no embota la pluma el hierro de la espada», al igual que don Juan Manuel, el canciller Ayala y los Manrique, Gómez y Jorge, tío y sobrino. Aseguran que en esta Restauración se lee literatura española como nunca se ha leído, pero con exclusión de nuestros medievales, de nuestros grandes clásicos, de nuestros barrocos, de nuestros dieciochescos (quienes sino fueran escritorios brillantes, cuando menos tuvieron bien sentada la cabeza y estaban animados por aspiraciones nobles), de nuestros románticos. ¿Qué se lee entonces? La flor de un día de suplemento literario o de programa televisiva, el producto fabricado por tal o cual editorial poderosa a ser posible con marbete hispanoamericano o feminista, y algunos sucedáneos del reportaje periodístico. El Estado de las autonomías (según mandato constitucional), al promocionar «hechos culturales» locales y desorbitados, desatiende o menosprecia la cultura común. Acaso el descubrimiento de un versolari medieval produzca entusiasmo en un ámbito muy reducido; pero un autor como el Marqués de Santillana no presenta el menor interés; es viejo, parece apolillado, escribe en una lengua que no puede ser reivindicada por motivos políticos porque es la castellana, pera que tampoco suena como la de los futbolistas y «famosos» que salen por la TV, y, por encima de todo, figura con varias páginas en los libros de texto: es, por lo tanto, para algunos, un mal recuerdo del Bachillerato.

No son muchos los escritores medievales que mencionan las regiones de la parte Norte de la Cordillera Cantábrica. El más conocido es el Arcipreste de Hita, que va a buscar a las aguas del Cantábrico soldados para la tropa de Doña Cuaresma: arenques y besugos de Bermeo, las «bermejas langostas» de Santander, a Don Salmón de Castro Urdiales y al conde de Laredo, «muy fuerte / congrio, cecial e fresco». No llega hasta aguas asturianas, pero tampoco tiene mayor importancia, porque la soldadesca es la misma y de la misma categoría y valor. A las Asturias de Oviedo las menciona un romance viejo de la Jura de Santa Gadea en términos no precisamente encomiásticos. Las otras Asturias, las de Santillana, tuvieron mayor fortuna literaria, aparte de estar apellidadas con el título de un poeta. El Marqués de Santillana es uno de los primeros autores que menciona los Picos de Europa (aunque no lo haga por la parte de Asturias, sino entrando por su feudo lebaniego):

Moçuela de Bores,
allá do la Lama,
púsome en amores.

Y porque se lo facilitaba la rima, va detallando la toponimia de la comarca: «Ca dos labradores / me piden de Frama / entrambos pastores»; «E fueron las flores / de cabe Espinama / los encobridores». Aunque, como acota Víctor de la Serna, mucho monte tuvo que andar el bueno del marqués para hacer una picardía.

El Marqués de Santillana es sobre todo conocido hoy por sus deliciosas y delicadas serranillas. Pero fue mucho más en el aspecto cultural y literario (nada digamos de su contribución, como buen señor de armas tomar, a la anarquía de la época, a la caída de don Álvaro de Luna, a la causa de su rey en la batalla de Olmedo, a la lucha contra los moros, a quienes arrebató importantes localidades). Como escribe Menéndez Pelayo: «Quien desee cifrar en un solo nombre la cultura literaria de la época de don Juan II, difícilmente hallará ninguno que tan bien responda a su intento ni pueda servir de personificación tan adecuada como el de don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana». Fue un escritor total, en prosa y en verso, introductor de formas literarias italianas, el soneto; autor del primer texto español de poética y crítica e historia literarias, la Carta proemio, de largos y ambiciosos poemas alegóricos, de un severo Doctrinal de privados (en realidad, una diatriba contra don Álvaro de Luna, se decía, un ajuste de cuentas político), y hasta de una recopilación de proverbios que dicen las viejas junto al fuego. Conviene recordar algunos: «Procura con gran cuidado / tener ciencia»; «Ahuyenta la ociosidad»; «Mira que no has de adquirir / vida prestada». Pero el mejor ejemplo (literario) nos lo da el propio marqués, de quien ya no se leen, es difícil leerlas, sus obras de mayor enjundia, mientras siguen frescas, y hace años aún se repetían, las más leves: el lirismo claro de las serranillas.

La Nueva España · 22 de diciembre de 1998