Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Las palabras de Teverga

Nos llega una nueva obra de Celso Peyroux, el buen escritor tevergano, cronista oficial de su tierra, de título poético, casi elegiaco: «Las palabras que quedaron mudas». Y tan poético que es el título; ya que está tomado de un verso del poema «Retorno», de Pablo García Baena, premio de las Letras de la Fundación Principado de Asturias, a quien Peyroux califica de «uno de los más puros poetas de este siglo; un mago de la palabra precisa y preciosa que irradia ética y estética en cada uno de sus versos»:

Oye las palabras que quedaron mudas en tus labios
como campanas lentas que cierran los atardeceres...

Aunque, en rigor, en «Las palabras que quedaron mudas», no se trata de palabras mudas, sino de palabras que, al ser recuperadas, resuenan de nuevo; y nunca habrá palabras mudas mientras haya poetas eruditos o eruditos con espíritu poético que las recojan, las reúnan, las reanimen y las pongan de nuevo a vivir por medio de la imprenta: pues la palabra publicada deja de ser un sonido que se desvanece para convertirse en algo que se toca, se lee, se mira, se recuerda, se guarda entre otros libros: es decir, de algo sonoro, la palabra pasa a ser una realidad. «Las palabras que quedaron mudas», de Celso Peyroux, no son, por lo tanto, palabras enmudecidas, sino palabras recuperadas, en el mejor de los casos. Palabras de distintos poetas, unos foráneos y ampliamente conocidos, como Gerardo Diego y Alfonso Camín, y otros de honda raíz tevergana: la de alguno tan honda que permanece de él el verso, no el nombre. Porque, digámoslo de una vez, «Las palabras que quedaron mudas» es una antología; o mejor, dejemos que sea el propio Celso Peyroux quien lo explique: «Este trabajo está compuesto de tres capítulos: una primera parte, donde bajo el título de 'Antología de la poesía popular', se recogen poemas de veinte autores, desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días; la segunda parte está dedicada a la recuperación del cancionero popular del concejo de Teverga y, en fin, el último capítulo inserta varios poemas escritos por prestigiosos autores que escribieron sobre el concejo tevergano, sus valles y sus gentes». No cito autores, no vaya a ser que alguno se moleste, como un tal Nel Amaro, porque, comentando una antología de poetas mierenses, no le nombré a él. Baste señalar que el buen gusto del antólogo se manifiesta en la calidad y en la oportunidad del material escogido. Los poemas, por descontado, no sólo se refieren al paisaje, sino también al paisanaje. Alfonso Camín, que cantó a Asturias entera, en ocasiones en exceso, no podía dejar en el olvido a Teverga; y canta al tejo («La más antigua ermita / tiene en Teverga un tejo») y canta al osezno («Una vez en Teverga se descuidó una osa / y se atrapó un osezno»), mientras que Gerardo Diego recuerda a José Prida, «rostro de león heráldico» (y a cuya muerte dedica Ángeles de Loredo unos sentidos versos bables).

«Las palabras que quedaron mudas», por lo demás, no sólo es una antología tevergana, compuesta con todo el cariño que Celso Peyroux tiene hacia su tierra; es también un libro en que nos recuerda que «dentro de un par de años se cumple, para mi estricto calendario personal, el cuarto de siglo desde que un día, a finales de mayo de 1968, me iniciara en la fascinante y ardua tarea del periodismo rural». Desde entonces, acá libros de poesía, ensayos, cuentos, trabajos históricos, antologías («Sombra del camino» también sobre escritores de su tierra), de asunto tevergano y no tevergano, nos demuestran que el autor, a las puertas de sus «bodas de plata» con las letras, no ha perdido el tiempo.

La Nueva España · 28 de julio de 1992