Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Alfonso el de los Picos

Se murió Alfonso Martínez, el guía por antonomasia de los Picos de Europa, a quien recuerdo, no hace tanto tiempo todavía, bajando de Camarmeña con los prismáticos al cuello. Venía de mirar hacia los rebecos y de respirar el aire de las cumbres, del que estaba muy necesitado. A un hombre que se pasó la vida al aire libre, respirando el aire puro de la montaña, al final de sus días le faltaba el aire a causa del asma. Parece una contradicción, pero así le ocurrió, por desgracia.

Últimamente salía poco de su domicilio, en Arenas de Cabrales; pero yo casi todos los días tenía noticias suyas a través de Julio, el conductor de la línea Llanes-Cabrales. Alfonso me enviaba recuerdos y me pedía que si subía a Cabrales no dejara de ir a verlo. Aunque sordo, Alfonso era muy hablador, y yo creo que la sordera lo beneficiaba, porque al no escuchar lo que decían los demás, nunca cedía la palabra. Hablaba hasta por los codos, y contaba viejas anécdotas con mucha vivacidad y sentido del humor. Su mundo, su historia y sus escenarios fueron los de la montaña: pero su montaña, los Picos de Europa, no era sólo roca y abismos; también estaba poblada de árboles, plantas, animales, pájaros, y, sobre todo, personas: cazadores, pastores, montañeros... Los montañeros no le hacían demasiada gracia, y decía que habían dejado el Naranjo de Bulnes lleno de hierros como si fuera una ferretería. El, en cambio, haría subido al mítico monte más de doscientas veces, sin clavar un solo hierro, y jamás había tenido un accidente, lo mismo que sus acompañantes. A mí, el Naranjo de Bulnes lleno de «jierros» que brillan entre la nieve me evoca a la no menos legendaria Moby Dick, la ballena blanca con la piel cubierta de arpones, a cuyos pinchazos, no obstante, había sobrevivido.

El nombre de Alfonso queda unido para siempre a la épica de la conquista del Naranjo de Bulnes. Su padre, Víctor Martínez, al subir al Naranjo (fue el cuarto que lo hizo, y el segundo que lo escaló en solitario) encontrará un trozo de la cuerda (una sólida cuerda de pita que había comprado don Pedro Pidal en Londres) abandonado por don Pedro y el Cainejo al bajar de la primera escalada: de ahí nació una relación entre Víctor y don Pedro que se prolongaría a través de Alfonso.

Alfonso fue a hacer la «mili» a África, poco después de que muriera Víctor, su padre. La familia quedaba en delicada situación económica. Alfonso le pidió auxilio a don Pedro Pidal, que consiguió liberarlo del servicio y le arregló el regreso a Asturias, pagándole el billete de tren hasta Arriondas. Al paso de Alfonso por Madrid, don Pedro lo citó en el Palacio Real, y una vez allí le ordenó que lo esperara sentado en un banco, y advirtiéndole:

- Van a estar pasando coroneles y generales sin parar, así que no te levantes. Acaso, si sale el rey...

Alfonso recordaba las cacerías de Alfonso XIII en los Picos de Europa y la ocasión en la que hubo de acompañar por el monte a don Pedro Pidal y al coronel Viana. Se trata de una de las historias más divertidas que recuerdo haber escuchado y Alfonso siempre la contaba de manera imperturbable, sin introducir variantes, lo que es garantía de verosimilitud.

También contaba que un día Víctor le llevó consigo al Naranjo, y, una vez en la cumbre, Alfonso dijo:

- Ya estuve aquí.

Y el padre le miró, pero no le riñó ni le pegó: fue, por lo tanto, aquello, su reválida como montañero.

Ahora está ya para siempre en el reino maravilloso de los rebecos y de las águilas, tal vez cazando o escalando otras cumbres en compañía de don Pedro Pidal.

La Nueva España · 20 de febrero de 1992