Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Personas y hechos de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Bobes y Bernabé

El novelista Óscar Muñiz me cuenta por carta que sigue trabajando, sin prisa pero sin pausa, en su novela sobre Bobes; empresa en la que lleva más de un año y de la que tal vez surja el retrato novelesco definitivo del ovetense que se marchó a Venezuela a hacer fortuna y que estuvo a punto de derrotar definitivamente a Bolívar, al frente de sus tremendos llaneros. Bobes ya fue personaje de otras novelas: de «Las lanzas coloradas», de Arturo Uslar-Pietri, o de «Bobes, el urogallo», de Francisco Herrera Luque, que, en rigor, es una biografía novelada. Pero faltaba el Bobes visto por otro asturiano, algo así como el asturiano visto por sí mismo. Sin duda esta novela va a suponer una profunda evolución en la narrativa de Oscar Muñiz, que empezó escribiendo relatos realistas o históricos, centrados en la guerra civil y que posteriormente, en plena madurez, relató las maravillosas aventuras que componen «La verdadera historia de la isla del tesoro». Bobes está más alejado en el tiempo que el coronel dubitativo de «El coronel», o que los «maquis» de «El juego del diablo», lo que permite al novelista mayor libertad; pero, al mismo tiempo, Oscar es un historiador concienzudo, como lo demostró en «El verano de la dinamita» o en su libro sobre la guerra civil en Asturias, por lo que ha dedicado un espacio importante a la documentación. En su ficción narrativa, Bobes le escribe una larga carta a su madre, la víspera de la batalla de Urica, o sea, que esa carta estaría fechada el 4 de diciembre de 1815. Bobes, en su última carta (se sabe que escribía cartas a su familia, y de ellas se deduce que era persona instruida), se interioriza; al día siguiente, media docena de lanzas interrumpían para siempre la frenética cabalgada del Urogallo.

Yo creo que Oscar Muñiz está escribiendo su novela en el momento más oportuno. Es hora de volver sobre Bobes, y más en estos momentos, en que Bolívar se pondrá irremediablemente de moda por obra de «El general en su laberinto», la recién publicada novela de Gabriel García Márquez. El inefable Gabo había dicho hace años que no volvería a escribir en tanto que Pinochet siguiera en Chile, del mismo modo que José Antonio Primo de Rivera prometió que no volvería a beber vino ni a comer sobre manteles hasta que no dejara de dolerle España; pero se conoce que el autor colombiano lo pensó dos veces. La novela ha sido acogida por la crítica (yo no la he leído aún) como una parodia que García Márquez hace de su propio estilo. Últimamente, el autor de «Cien años de soledad» tiende a imitarse, pero ya se sabe que cuando uno se imita a sí mismo no es plagio. Ignoro si sacará a Bobes en esta novela, que relata el viaje del libertador desde Santa Fe de Bogotá a Santa Marta, en los últimos meses de su vida; aunque es posible que antes de morir, el 17 de diciembre de 1830, algún recuerdo tuviera para el feroz e indomeñable asturiano, a quien sobrevivió en 16 años.

Bobes se puso al frente de su ejército de llaneros porque los insurgentes no sólo saquearon la pulpería que tenía en Calabozo, sino que le injuriaron y le abofetearon. Como dice José Manuel Castañón, al asturiano se le mata, pero no se le abofetea. De igual modo se comportó Bernabé Ruenes Santoveña, quien por vengar la vejación que le hizo un sargento se echó al monte, y sobre quien José Ramón Fouz acaba de escribir un libro lleno de interés que recuerda aquellos hechos: «Bernabé (el mito de un bandolero)». Sin duda Bernabé y Bobes se hubieran entendido. Ambos representan un rasgo, no por violento menos significativo, del carácter asturiano.

La Nueva España · 1 de abril de 1989