Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Despedidas & necrológicas

Ignacio Gracia Noriega

Adiós, Totó

La nostalgia mágica que nos deja Juan Luis Álvarez Bravo

A los 88 años de edad ha muerto Totó, entraña, esencia y memoria del Cudillero de siempre. Juan Luis Álvarez Bravo era un «pixueto» de raza, de los que vivían bajo el ruedo de la fuente del Canto, sobordaban las lanchas y sabían que más allá de la farmacia empieza el «mundo exterior». Por eso «abicaba» siempre con amor el reducido trozo de la villa marinera más característica de Asturias en que se le concedió el don de nacer, vivir y morir: de esa «villa normanda» que no se ve desde tierra ni desde el mar pero cuyos vecinos salieron al mar desde los tiempos remotos y conocieron las alegrías de las grandes pescas y las tragedias de las galernas y los naufragios. Los marineros de Cudillero llegaban muy adentro en las aguas del Norte y el espíritu de Cudillero, donde villa y mar son inseparables, penetró muy hondo en el espíritu niño de Totó. De raza le venía Cudillero: era nieto de Agustín Bravo («Roque») e hijo de doña Elvira Bravo, folclorista y escritora, gracias a cuyo empeño y tesón se conservan más que fragmentos y ecos de un pasado modesto y épico, recio y sentimental. El folclore de Cudillero es local pero tan rico que se permite prescindir de los «caízos», y tan universal que resuenan en él todas las tradiciones, todas las alegrías y todas las tormentas del mar Cantábrico. Decir Cudillero en Asturias es decir «mar» y ese mar forma parte de la herencia de doña Elvira Bravo, a cuya «palabra encantada» su nieto Juan Luis Álvarez del Busto dedicó un bello libro que se define en el título: «Cudillero mágico».

Totó fue el heredero de esa palabra y de esa tradición. De poca estatura, vestido con el traje mahón de los marineros, crecía sobre la proa de la lancha todos los años el mismo día, festividad de San Pedro, San Pablo y San Pablín al pronunciar la salutación ritual: «En el nombri de Jesús / y la Virgen Soberana, / vou ichar l'Amuravela / como San Pedru asperaba». Durante casi 40 años fue el gran intérprete de la Amuravela, la crónica rimada de lo sucedido en Cudillero y en el mundo durante el año, con gestos de gran actor y la sabiduría de un lobo de mar enraizado en la tierra, y a partir de la muerte de doña Elvira, en 1986, también escribió los versos durante siete años, hasta su retirada. Los que escuchamos el recitado de Totó recordamos su «amuravela» con la misma nostalgia mágica con que recordamos haber visto bailar el pericote al Nino de Pancar o escuchado a Cuchichi y Miranda una noche en un bar de Oviedo. Totó era un maestro, pero su magisterio no se reducía a l'Amuravela. También fue actor aficionado (de ahí la buena técnica con que recitaba), directivo y secretario del club futbolístico Marino, profesor de matemáticas, física y química en la academia San Pedro y, «pane lucrando», funcionario municipal. Todas las iniciativas surgidas en Cudillero contaban con su colaboración, nada relativo a Cudillero le era ajeno: y como Cudillero es el mundo en pequeño, nada humano le era extraño o ajeno. Descanse en paz.

La Nueva España · 23 agosto 2013