Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Madrid por Hugh Thomas

Antología de Madrid» (Gadir Editorial, Madrid, 2004) es la edición revisada de una antología de textos referidos a Madrid compuesta por el ilustre historiador inglés Hugh Thomas y publicada en 1988. «Durante el verano de 1561, el rey Felipe II abandonó Toledo, la antigua capital visigoda de España, para establecer la corte en Madrid. Su padre, el emperador Carlos V, que había fallecido tres años antes en el monasterio de los Jerónimos de Yuste, situado en la sierra de Gredos, le había aconsejado que emplazara la corte en un lugar fijo, cambiando la costumbre establecida por los reyes de la Reconquista y seguida por el propio Carlos V de mantener una corte itinerante». Aquella decisión de situar la corte en Madrid constituía, desde luego, una toma de postura. Desde entonces acá se ha discutido si llevar la corte a Madrid fue un acto prudente o imprudente por parte del llamado «rey prudente». Situar la capital de un imperio marítimo en el centro de una meseta parece un despropósito: conscientemente se le daba la espalda a los océanos. En aquellos tiempos en los que el mar Mediterráneo estaba de capa caída en relación con el inmenso potencial atlántico, lo más razonable (tal vez) habría sido establecer la capital en Lisboa, la gran ciudad asomada al mar de América. Pero los Austrias tenían ideas raras, extravagantes, si se quiere, en lo referido a sus relaciones con el mar. Cuanto más necesitaban el mar, más se apartaban de él. Carlos V, en el aspecto privado, y Felipe II, en el político, se alejaron del mar sin que les importaran las incomodidades que ello podría causarles. A Carlos V, a causa de la gota, los médicos le habían prescrito un régimen alimenticio basado principalmente en el consumo de pescados. Y el emperador tuvo la humorada de ir a encerrarse a Yuste, tierra adentro, dificultando y encareciendo su ración diaria de pescado: como si no hubiera grandes e ilustres monasterios en la costa. Y Felipe II fue a instalarse en el lugar más alejado de cualquier costa, a un paso del centro geográfico de España. Con lo que había que contar no sólo el tiempo que tardaban los galeones en llegar desde las Indias, sino también el que luego tardaban quienes venían en ellos en ir a Madrid desde el puerto al que arribaran.

Se puede, pues, considerar que hacer capital a Madrid fue un desatino. Pero una vez que se estableció la capitalidad en ella, salvo el breve período en que la corte se trasladó a Valladolid, nadie puso en duda a Madrid, no sólo como capital de España, sino como «rompeolas», que decía Antonio Machado, del resto de España, llámenlo «provincias» o «autonomías, comunidades y nacionalidades (según mandato constitucional)», que se dice ahora. Ni siquiera las dos repúblicas, tan virulentamente antiespañolas se propusieron trasladar la capital a otra parte. Incluso el Estado surgido de la Constitución separatista de 1978 no renunció a Madrid como capital, y en este reino de taifas en el que actualmente estamos organizados, sucede una cosa curiosa, que es común a todos los territorios españoles, incluidos los más batalladoramente independientes: que se puede aspirar a la independencia, como lo hacen los seguidores de Pérez, alias Carod-Rovira, pero a lo que aspira Pérez, ante todo, es a ir de diputado a Madrid. El separatismo es la retórica, incluso ahora la retórica del PSOE, que invoca ese peculiar «federalismo» que, por primera vez en la historia de los pueblos civilizados, se propone no para unir, como en Alemania o en los Estados Unidos, sino para disgregar. Pero Madrid es la realidad. La retórica se refiere a la descentralización, a la profundización autonómica, al «modelo de Estado», al «himnu cimeru» y a todas estas cosas sobre las que se fundamente el actual ordenamiento político. Pero Madrid continúa siendo el punto de referencia de todos, y sigue estando en el centro de España: no sólo en el centro geográfico, sino también en el centro político. Cuando los presidentes autonómicos (pues en España se ha abolido el centralismo de un plumazo) dejan de mirar para su ombligo, miran para Madrid. Es el problema que tienen las cosas verdaderas borradas de un plumazo para colocar en su lugar artificios.

«Antología de Madrid» explica muy bien por qué motivos Madrid ocupa una posición central en España, incluso en época como ésta, de frenesí separatista. Claro que ésta es una lectura posible, entre las diversas que ofrece este libro, que recoge testimonios viajeros, escritores, diplomáticos, políticos, etcétera, los cuales abordan la ciudad desde los más variados puntos de vista: las calles, los teatros, las fiestas, los alrededores, las casas, los modos de vestir. Un inmenso material literario, histórico y antropológico sobre la ciudad española por antonomasia.

La Nueva España · 7 de enero de 2005