Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Isaac B. Singer

Nací en el pueblo de Radzymin, cerca de Varsovia, la capital de Polonia, el día 14 de julio de 1904, afirma Isaac Bashevis Singer al comienzo de «Un día de placer», delicioso libro de recuerdos infantiles. Su padre era rabino, por lo que se crió en un ambiente muy piadoso, lo que no fue inconveniente para que, con el tiempo, de esa familia surgieran tres escritores, su hermana Hinde Esther, su hermano mayor Israel Joshua (autor de la novela «Los hermanos Ashkenazi», que según Singer, ha sido traducida a varios idiomas, incluido el inglés), y el propio Isaac Bashevis, premio Nobel de Literatura de 1978. Cuando recayó sobre él el impresionante galardón de la Academia sueca, la «crema de la intelectualidad» española hizo el consabido gesto de asombro. ¿Quién será ese vendedor de máquinas de coser?, se preguntaron, indignados, los más osados, nutridos de «boom» hispanoamericano, «nuevo romance francés» y abecés del socialismo, ignorando, claro es, que las novelas y relatos de Singer («El mago de Lublin», «El Spinoza de la calle Marret», «Gimpel el tonto»), circulaban libre y abundantemente por España, publicados por la popular colección de libros Plaza y vendidos al módico precio de 25 pesetas. Yo cada vez que oigo decir que en la España de hace treinta o cuarenta años no se leía me entran ganas de reirme como se rió aquel filósofo que vio a un asno comiendo higos. Desde luego no se leía a Muñoz Molina, ni a Alfonso Guerra, ni las memorias de cierta intérprete pornográfica, harto promocionada últimamente, ni libros en los que se explica que la guerra civil la ganaron los de izquierda; pero se podía leer a Thomas Mann, a Faulkner, a Hemingway, a Stefan Zweig, a Chesterton, a Bernanos, a Hamsun, a Hermann Hesse, a John Steinbeck, a Somerset Maugham, esto es, a autores que hoy resulta casi imposible leer, porque no se reeditan, y a precios baratísimos: 15 pesetas, los más caros cinco duros. Claro que la «crema de la intelectualidá» no se rebajaba a leer libros populares, sino que se «concienciaba» leyendo las publicaciones de «El Ruedo Ibérico» y viendo en los cine-clubs amenísimas muestras de cine soviético.

Singer es, pues, un judío polaco, que en 1935 marchó a los EE UU y adoptó enseguida la nacionalidad norteamericana. Esto tampoco le gusta a nuestra progresía irredenta, para quien el único judío bueno es el masacrado por Hitler en los campos de exterminio. En lo demás, siempre estuvo nuestra progresía a favor de los despotismos islámicos. Pero el antisemitismo de la izquierda europea no creo que haya afectado lo más mínimo a Singer, el cual se inició literariamente en la prensa judía de Nueva York, de manera especial en la revista «Forward», y en 1950 publica dos de sus mejores novelas: «Satán en Goray» y «La familia Moskat». «Satán en Goray» es una novela espléndida y terrible, en la que se refiere con un estilo épico alucinado la ocupación de la aldea polaca de Goray por los cosacos y el exterminio de la mayor parte de sus habitantes judíos. Singer se siente más a gusto en el pasado que en el presente, y en su vasta novela «La casa de Jampol» relata la insurrección polaca contra Rusia en 1863 y los comienzos del industrialismo en Polonia, movimiento en el que los judíos jugaron papel principal. Sin embargo, su novela «Shosha» está ambientada en Varsovia en los primeros años treinta, cuando en Alemania se estaba produciendo el inquietante fenómeno de la toma del poder por parte de Hitler y sus hordas nacionalsocialistas. Singer vio las cosas claras y marchó a los EE UU, a donde era seguro que los nacionalsocialistas no iban a llegar. Algunas de sus novelas y cuentos se desarrollan en su país de adopción, como «Una boda en Brownsville» o «Enemigos», cuyo protagonista perdió a toda su familia en los campos de exterminio hitlerianos. Pero Singer se siente más a gusto en Polonia, en el pasado y en el mundo rural. «El mago de Lublin» es una formidable novela picaresca. Sus cuentos, reunidos en diversos volúmenes («El Spinoza de la calle Market», «Un amigo de Kafka», etc.), son espléndidos y la realidad aparece modificada en ellos por la evocación y la fantasía. En el mundo fantástico de Singer el demonio circula con la mayor naturalidad. Singer fue el mayor escritor en «yiddish» (el bable de los judíos polacos) del siglo XX. Cómo se puede alcanzar el premio Nobel escribiendo una lengua secreta tiene su explicación: el gran talento de Singer, su poderío narrativo y el hecho de que él mismo traducía sus obras al inglés.

La Nueva España · 16 julio 2004