Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Homenaje a Marino Busto

Los cronistas oficiales de Asturias nos hemos reunido en torno a Marino Busto, cronista oficial de Carreño, para hacerle un merecido homenaje; como en diciembre del año pasado nos reunimos en Salas para homenajear a su cronista oficial, Luis Iglesias. De este modo reconocemos, y pretendemos que Asturias entera lo reconozca, dos esforzadas, austeras, indesmayables y desinteresadas trayectorias asturianistas de la mejor ley. Luis Iglesias ha dedicado su esfuerzo y sus estudios a Salas; Marino Busto, a Carreño. Gracias a ambos Asturias se conoce mejor y los asturianos sabemos mucho más sobre nosotros mismos.

Luis Iglesias y Marino Busto son los prototipos del cronista oficial. Ambos están muy enraizados en sus concejos respectivos. Sabido es que el cargo de cronista oficial es honorífico.

Lo mejor que puede aportar el cronista oficial a su concejo, a sus vecinos, a su Ayuntamiento y a toda Asturias es su independencia. El cronista oficial no es un funcionario municipal. El cronista oficial no cobra por su trabajo. Dedica horas y esfuerzos a desentrañar la historia, a veces enrevesada, de su tierra y de sus gentes, sin contar con ayudas, valiéndose de sus propios medios. Yo sé que Marino Busto, cuando va a Madrid, cosa que no hace todos los días, siempre que puede se mete en las grandes bibliotecas de la capital de España a ver qué encuentra que sea de interés para Carreño. Esto no hay plata ni oro que lo pague. Pero está bien que se reconozca el trabajo. Nuestro entrañable primer poeta, Gonzalo de Berceo, pedía como reconocimiento a sus versos, tan bien medidos y tan encantadores, un «vaso de buen vino». Cuando menos, si no vino, los cronistas oficiales deben exigir respeto. Respeto a la función honorífica de cronista oficial. Respeto también a la labor intelectual del investigador, del erudito, del sabio local que está contribuyendo a que lo que hay de auténtico en ese pueblo, cuyo pasado guarda como un tesoro, no se desvanezca en medio de este terrible maremoto, a lo que parece imparable, de la globalización, de la invasión de la aldea por los habitantes de la ciudad, de la confusión sistemática de lo que está de moda con aquello que «permanece y dura», del interés político y comercial por equiparar la música llamada celta con las madreñas.

Hace falta mucha afición, mucha dedicación, mucha generosidad, mucha paciencia, pero, sobre todo, mucho amor al terruño que lo vio nacer para dedicar toda la vida al estudio de lo propio, de lo inmediato, como hace Marino Busto con Carreño, parte de lo cual, de no haber sido por él, ya se habría perdido o estaría a punto de extinguirse. Mas los concejos, aunque sean pequeños, son agradecidos. Quienes suelen ser desagradecidos son los munícipes que, por los motivos que sean, les regatean el reconocimiento como hijos predilectos, a Luis Iglesias en Salas y a Marino Busto en Carreño. Carreño, ya digo, le ha dado a Marino Busto todo lo que le podía dar: sus antigüedades y tradiciones, sus casas antiguas y sus genealogías, la obra poética de Antón de Marirreguera y la inquietud asturianista de Carlos González de Posada. Y así fue sacando Marino Busto, de la tierra, el asunto de sus libros: «Historia del concejo de Carreño en la general de Asturias», «El príncipe de los poetas asturianos, Antón de Marirreguera», «Historia heroica de Carreño en la guerra de la independencia española»... Sin perder de vista que la historia de Carreño se encuadra en una historia de índole más general: en la de Asturias y en la de España. «Marino Busto es un buen conocedor de la cultura popular asturiana ­ha escrito Jesús Neira en el prólogo a su obra «Diccionario bable de González Posada y Academia Asturiana de Letras»­. Ha estudiado en profundidad, con amor y con rigor, la historia de su nativo concejo de Carreño». Porque partiendo de lo local y profundo también se alcanza la universalidad.

La Nueva España · 06 de marzo de 2002