Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Los hórreos de Tereñes

Aunque Tereñes tenga partes de aldea remozada y turística, permanecen los restos del pasado en sus leyendas y en su hórreos. Efrén García, que no llega a los hórreos de Tereñes, asegura, o por mejor decir, aseguraba en el momento de publicar su libro sobre «Hórreos, paneras y cabazos asturianos», en 1979, que todos los hórreos de Ribadesella tenían entonces más de cien años; o sea, que a los hórreos de Tereñes se le puede echar encima, con toda seguridad, más de siglo y cuarto, por lo menos. El hermoso hórreo que se encuentra a la puerta de la Casa de la Cultura cuenta con aproximadamente tres siglos.

Ribadesella es un concejo relativamente rico en hórreos, ya que se encuentra en el límite de la zona donde este tipo de construcción empieza a decaer. El catastro del marqués de la Ensenada consigna 415 hórreos. En la actualidad, se conservan cincuenta unidades datadas en el siglo XVIII. Los siglos XVII y XVIII fueron los de los grandes constructores de hórreos. En el siglo XIX, con el inicio del industrialismo, las actividades agrarias, de las que el hórreo era signo principal, entran en franco retroceso, hasta llegar a su actual y casi completa extinción. Queda el hórreo como melancólico recuerdo del pasado o como adorno de la finca del veraneante campechano y aficionado a dárselas de paisanón de fin de semana. No hay cosa más triste que una herramienta que ya no cumple su función. Pero peor sería que los hórreos desaparecieran del todo. Hoy sólo recuerdan el pasado, o, a lo más, atechan el coche. ¿Volverán a abrirse los hórreos para almacenar grano? Posiblemente, no, pero, ¡quién sabe! A lo mejor, de avanzar tan de prisa, se retrocede. Poco imaginaban los argentinos que marchaban alegremente en bandadas a París que habrían de hacer cola a las puertas de la embajada para venir a España a buscar trabajo. La modernidad y esa «Europa», mercantil y prepotente entelequia, han abolido el mundo agrario, pero, de momento, el sistema del hórreo sigue siendo muy adecuado para conservar el grano y mantenerlo fuera del alcance de los roedores.

Según Constantino Cabal, tan vinculado a Tereñes, el «hórreo es de forma casi cuadrada, a cuatro aguas la techumbre, y alzado al aire sobre cuatro pies». Se diferencia de la cabaña en que la cabaña está en el monte y el hórreo al lado de la vivienda; de modo que podemos considerar al hórreo como una construcción casi urbana, en el sentido de que está dentro de la aldea, pues pocos hórreos se ven en campo abierto. «Las dos características del hórreo que siempre se juzgaron esenciales son el estar en el aire y el ser independiente de la casa», continúa Cabal. Acaso sean los «pegollos» o pies, la parte más característica del hórreo. Son los «pegollos» los que lo levantan sobre la tierra. Un granero a ras de tierra no es un hórreo, aunque tenga más o menos su forma, sino un almacén donde se guarda el grano, para que sea hórreo tiene que apoyarse sobre los «pegollos» : de este modo se aisla de la humedad y de los roedores. «El hórreo de seis pegollos ­algunas veces llega hasta nueve­, se denomina panera», afirma Cabal. «Y si la panera o el hórreo pertenecen a más de un individuo, tiene tantos «patines» como dueños», añade. Señala también que, en Ribadesella, y en general en la comarca oriental, las tablas que componen la pared se llaman «cureñes».

Y además de los hórreos, en Tereñes tenemos las leyendas. Las leyendas, que son voz al viento, desaparecen antes que las construcciones de madera en muchos casos. En esta aldea, la leche que dan las vacas la noche de San Juan no se avieja durante el resto del año y posee virtudes curativas. Se trata de leyendas que remiten a un mundo ganadero. Si las vacas «roxas» se acuestan encima de una mina se levantan pintas, pero podrían evitarlo fácilmente, porque las minas de oro y plata, en Tereñes, despiden humo: humo como aquel que surgía de la tierra y por el que intuían el carbón nuestros ilustrados. La hueste también pasó por Tereñes, entre los maizales de Lamanes, y la vieron María Caso y su sobrina. Ahora recibe Tereñes un «Hórreo de plata» en reconocimiento a sus méritos como pueblo singular. Hórreos de Tereñes, antiguos y nobles, labrados con la plata que convierte en pintas a las vacas «roxas».

La Nueva España · 16 de febrero de 2002