Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

La ejemplaridad del valle de Paredes

La elección del valle de Paredes como «Pueblo ejemplar» de Asturias certifica la categoría de esta modalidad de los premios «Príncipe de Asturias», en la que, una vez más, predomina el criterio de un jurado en el que sin duda figuran buenos conocedores de Asturias y, naturalmente, la cordura. Hace nueve años, el valle de Paredes hizo un llamamiento desesperado a toda Asturias, como en tiempos lo hicieron Caravia –¿recuerdan aquel lema de «Asturias por Caravia», que figuraba en todo el Principado?– ¿o Cabranes, con su buen alcalde Joaquín Llorís a la cabeza, para salvar otro valle en el que se encuentra la preciosa iglesia de Viñón? Al valle de Paredes le amenazaban entre otros desastres la explotación de una mina de feldespato. Toda Asturias está amenazada por el desarrollismo insensato, por el acoso de quienes pretenden explotar la naturaleza hasta destruirla o extenuarla, como denuncia reiteradamente mi buen amigo Alberto Polledo en las zonas montañosas de Quirós, o por maniobras claramente delictivas con las que denuncia a la benemérita asociación popular Peña Tu, que es otra de las organizaciones espontáneas surgidas en Asturias, porque no queda otro remedio para defender a los ciudadanos de trapacerías municipales, que bien merecen el premio «Príncipe de Asturias» de próximas ediciones. El valle de Paredes consiguió rechazar aquella amenaza, gracias al esfuerzo de sus vecinos y al del resto de los luarqueses y asturianos en general. Entre quienes se movieron de aquella en defensa del valle de Paredes estaba el pintor Manolo Linares (a quien habría que hacer alcalde honorario del occidente de Asturias, aunque fuera sin mando en plaza) y el Ayuntamiento de Luarca apoyó. Por aquel entonces escribí yo un artículo en estas páginas, aparecido el 2 de abril de 1992, que concluía del siguiente modo: «Más por lo menos, el Ayuntamiento de Luarca ha salido en defensa de Paredes: esta actitud ilustra la diferencia entre un alcalde nativo, como Landeira, y un buscavidas como Trevín». No nos confundamos: los que nacieron en su pueblo lo suelen defender mejor y más desinteresadamente que los chamarileros que llegan de afuera, errantes, vendiendo crecepelos, o puertos mayestáticos, o cabras de Cachemira o turistas de 17.000 pesetas diarias. Temo que de haber pertenecido al concejo de Llanes, y tal como está el patio, el valle de Paredes no se hubiera salvado.

Y no sólo se unió Paredes para librarse de la indeseada explotación de una mina de feldespato, como se unió Cabranes con su alcalde de entonces, Joaquín Llorís, a la cabeza, para salvar entre otras cosas la iglesia de Viñón. En 1998, el desbordamiento del río Esva destruyó una parte de la carretera que unía el pueblo de Bustiello con el resto de la parroquia. «El esfuerzo y el trabajo vecinal desinteresado permitieron que se acondicionara una pista que restableciese las comunicaciones», leemos en LA NUEVA ESPAÑA. Estos vecinos del valle de Paredes se han unido para la defensa del medio ambiente. No han escuchado las sirenas del desarrollismo insensato, que todo lo fía en ofrecer el oro y el moro, gracias a lo cual unos se quedan con el poco oro que encuentren y el moro queda para los demás. Gracias al esfuerzo conjuntado de los vecinos, seguimos leyendo en LA NUEVA ESPAÑA del pasado 18 de septiembre, «se llevó el agua a Paredes y Piñera y se reparó la pista a la braña de Caborno. En cuanto a la recuperación del acervo cultural y arquitectónico, destacan las restauraciones de la iglesia parroquial de San Pedro de Paredes, así como las capillas de Santiago de Ovienes y del Ángel de Longrey. Además, se resalta la rehabilitación integral de las escuelas públicas de San Pedro. Los vecinos también han constituido una cooperativa agropecuaria, que actualmente cuenta con 45 socios ganaderos». Este último dato revela que en el valle de Paredes no se resignan a vivir exclusivamente del turismo rural. Estos son méritos. Y lamento que otros candidatos sólo hayan podido presentar un folklore cada vez más adulterado y el discreto encanto de organizar banderías cada vez más dependientes de un Ayuntamiento talibán; aunque este premio al valle de Paredes haya privado a un par de celtas, queridos amigos míos, de la oportunidad de tocar la gaita ante el Príncipe de Asturias. No digo que otra vez será lo de premiar banderías, porque según se desprende de su constitución, lo que mejor considera el premio al «Pueblo ejemplar» de Asturias es el esfuerzo en común. Por este motivo, muchos otros pueblos asturianos se hacen acreedores del premio, antes que el folklore para turistas. En primerísimo lugar, el finalista de este año, el pueblo de San Ignacio, en Ponga. Y también La Foz de Morcín, cuya Hermandad de La Probe merece el reconocimiento de todos los asturianos. Y si la Foz de Morcín es el candidato ideal, a mi modo de ver, de la Asturias central, Tereñes, en el concejo de Ribadesella, lo es de la Asturias oriental. Sin olvidar, claro es, el valeroso y magnífico esfuerzo de la asociación cívica Peña Tu.

La Nueva España · 6 de octubre de 2001