Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

Faltas de respeto

Si la programación de la TVE habitualmente es anárquica, de madrugada es imposible. Acaba con las más firmes convicciones del telespectador más entusiasta. Se conoce que el jefe de programación no tiene en cuenta la relación que puede existir entre la programación y el reloj, y de este modo, el programa que uno espera puede comenzar antes de la hora señalada, o mucho más tarde, o, sencillamente, no emitirse. Como el único cine bueno que se proyecta en la TV española es a altísimas horas de la madrugada, salvo el benemérito programa «Qué grande es el cine», de Garci, los cinéfilos estamos condenados a la desesperación. De sobra sabemos que nada hay seguro en este mundo; pero quien se guía por la programación de las televisiones españolas, y muy concretamente por la de RTVE, vive en la más completa y permanente inseguridad. Obra sensatamente nuestro periódico cuando comunica en un recuadro de la página de espectáculos que «LA NUEVA ESPAÑA no se responsabiliza de los cambios de última hora no comunicados al periódico». Porque ésa es otra: los cambios de programación no se comunican a nadie. Si TVE hubiera comunicado con tiempo la noche del pasado 21 de septiembre que no iba a emitir «El hombre de Laramie», a las 3.35 de la madrugada, no me hubiera tragado yo un infumable bodrio titulado «Acción Jackson», lleno de violencia cutre y de salpicaduras de vísceras. Porque, para evitar que la película que uno desea ver esté empezada (cosa harto frecuente si uno se dispone a verla a la hora programada), es prudente soportar estoicamente el programa anterior. Por si acaso.

La noche del 21 de septiembre, o, por mejor decir, la madrugada del día 22, el programador de TVE se pasó en ambas cadenas. En La 2 anunciaban «Psicosis», de Alfred Hitchcock, a la 1.30; en su lugar emitieron un partido de baloncesto femenino. Calculo que esta emisión obedecería a algún triunfo internacional del baloncesto local, como cuando Arancha Sánchez Vicario quedaba finalista de todo lo que se puede quedar finalista en tenis, porque entonces TVE emitía el partido, saltándose cualquier otra cosa que hubiera programado, para verla perder, eso sí, obstinadamente. De modo que la mejor guía para no sufrir chascos con la programación de TVE es enterarse de si hay competición deportiva internacional susceptible de ser emitida a la hora que está anunciado el programa que se desea ver; en cuyo caso, lo más prudente es irse a la cama. Pero aun así, y pese al baloncesto, no todo estaba perdido para los cinéfilos: a las 3.35 estaba anunciado «El hombre de Laramie», de Anthony Mann, en la Primera. Resignadamente vi la basura titulada «Acción Jackson», que precedía a la hermosa película de Mann en la programación... Y a las 3.35, más o menos (creo que menos, porque el bodrio «Acción Jackson» terminó antes de la hora señalada) nos sueltan un informativo y el anuncio de un concierto en homenaje a las víctimas de los atentados terroristas en EE UU.

Jamás he ocultado mi simpatía por la política de los EE UU de Norteamérica, razón por la que me excuso de dar opinión sobre los terribles atentados y sobre la reacción, a mi modo de ver legítima, justa y digna de aplauso y apoyo, del presidente Bush y del gran pueblo norteamericano, que ante la desgracia crece y se consolida como pueblo y como lo que realmente es: una gran nación. Pero cada cosa a su tiempo. Yo, a las 3.35 de la madrugada del pasado 22 de septiembre, quería ver «El hombre de Laramie», no a Aznar intentando explicar lo evidente: que España es Occidente y que tiene compromisos insoslayables. Después de la terrible convulsión de los atentados del día 11, comenzaron a alzarse voces en todo el Occidente cristiano (que es contra quien va dirigido el terrorismo islámico) intentando evitar una reacción bélica. Ya sabemos que lo «políticamente correcto» sería convocar una manifestación multitudinaria en Washington pidiéndole la paz a Bin Laden; pero por fortuna, el presidente Bush y el gran pueblo que le apoya no piensan de manera tan «correcta». Yo creo que es otra falta de respeto meterse a mediar donde nadie pide mediación, y por eso me parece muy oportuno el artículo «Terrorismo y antiamericanismo», de Silvino Lantero, publicado en LA NUEVA ESPAÑA este mismo día 21 de septiembre.

Y ya que hablamos de falta de respeto, creo que estuvo muy en su lugar el obispo auxiliar de Barcelona prohibiendo la interpretación del «Asturias, Patria Querida» durante la consagración. No sólo porque el «himnu cimeru» de Asturias tenga poco prestigio en el resto de España por razones obvias, sino porque su interpretación dándole el sentido que ahora tiene, politiza cualquier acto, sea de carácter religioso, festivo o cultural.

La Nueva España · 3 de octubre de 2001