Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Bajo las nieblas de Asturias

Ignacio Gracia Noriega

El folklore floral de Cue

Cue, a dos kilómetros de la villa de Llanes, guarda celosamente sus tradiciones y folklore propio. Es también pueblo con un fuerte sentido individualista, lo que implica que los vecinos se unen para causas comunes sin perder por ello su personalidad. En 1886, José Saro Rojas anotaba que el camino que lleva a Cue fue construido por los vecinos, «sin auxilios ni subvenciones», añadiendo con toda razón: «¡Así se conducen los pueblos que se interesan por su prosperidad y progreso!». En Cue, asimismo, los propios vecinos recaudaban los impuestos y uno de ellos los pagaba en nombre de todos, sin que jamás se hubiera producido incidente o retraso. «Allí se cumplen todas las formalidades externas de las leyes económicas y administrativas», escribe Manuel Foronda. Cue, hasta no hace mucho, se regía por unas ordenanzas que Constantino Cabal calificaba de «patriarcales», pero que la pedantería progresista relegó al olvido. Hoy, de todos modos, Cue mantiene su antiguo sabor y el apego a sus antiguas tradiciones.

Situado en una estrecha cornisa entre la sierra de Cue y los acantilados que verticalmente se despeñan sobre el mar Cantábrico, es pueblo agricultor y, sobre todo, ganadero, orientado al Norte. El caserío no está disperso, sino que presenta una clara estructura urbana, en torno a dos calles paralelas, y algunas casas antiguas todavía conservan los salientes de los cortafuegos. Para llegar a Cue desde Llanes, el camino más agradable es por la playa de Toró, sobre la cual se acaba de cometer un auténtico crimen urbanístico y ambiental, construyéndose una senda ridícula (dado que por ese camino los llaniscos pasearon siempre, sin necesidad de tanto gasto), que no tiene otro sentido que el de gastar el dinero de unas subvenciones europeas y perjudicar a terceros. Como decía Macaulay en una época en que no había subvenciones ni dinero fácil: muchas burradas no llegaron a consumarse por falta de dinero. A la entrada de Cue, una casa ofrece unos agradables azulejos holandeses en la fachada; otro azulejo antiguo en una casa próxima indica que la parroquia de San Román de Cue se encuentra situada en el concejo y partido judicial de Llanes, en el Principado de Asturias y en España.

Cue hace sus fiestas en el suave y hermoso estío, en la estación florida del año, cuando «el rey celebra aquí esta noche fiesta», según Shakespeare, cuyo «sueño de noche de verano» más exactamente es sueño de la noche de San Juan. Es la época en la que pasaron los rigores del invierno (o si reaparecen, no detienen a la primavera en flor) y no se han presentado todavía los agobios del verano. «Esta época afortunada dura hasta el momento en que el sol calienta más, pero su curso aparente disminuye y los vegetales empiezan a tener un aspecto menos vivo, señal del agostamiento futuro; los animales se cansan más y el hombre se siente más apagado», escribe Julio Caro Baroja. «La época de esplendor va del mes de abril en su mitad al mes de junio ya muy avanzado». A esta época posinvernal y preveraniega Caro Baroja la denomina «la estación del amor», y en ella se celebran las tres fiestas de Cue: San Fernando, San Antonio y la Sacramental, que cae el día de San Juan.

Por San Fernando se enraman las fuentes. Este ritual, sin duda antiquísimo, es, según Fernando Carrera, «reminiscencia del culto a la Fontana». Algunos querrán ver celtismo en tales enrames (que en Llanes tenían lugar también en el barrio del Cueto, en Balmori, etcétera), y no andarán errados siempre que denominen «celtismo» a pervivencias de cultos precristianos. Otra cosa es querer ser irlandeses por puro voluntarismo independentista. Por San Femando en Llanes se cantaba la siguiente canción: «San Fernando, rey de España, / los claveles por el agua, / San Femando, rey de Hungría, / los claveles por la ría». El enrame de las fuentes se hace al oscurecer, y se enrama con flores silvestres de los campos y ramas de nogal y romero. También se enraman por San Antonio, «con arco de bellas flores / y entusiasmo sin igual», y se planta la hoguera, «en medio de la plazuela / de San Antonio de Padua». Esta hoguera es una manifestación del «mayo», que González Palencia y Eugenio Mele definen corno «supervivencia de las fiestas florales paganas dedicadas a la áurea Afrodita», y a pesar de la referencia ígnea de su nombre, no se le da fuego al árbol plantado en la plaza, sino que se conserva allí hasta el año siguiente, en que es sustituido por otro. La celebración floral más espectacular de Cue es el alfombrado de las calles del pueblo con pétalos y ramas, representando figuras piadosas rodeadas de adornos multicolores. Todo el colorido de las flores se despliega y organiza sobre el pavimento de la calle principal y de la plaza de la Escuela. En la elaboración de tan magníficas alfombras participa todo el pueblo. Luego, pasando el solsticio, termina el ciclo festivo en Cue, hasta la adoración de los Magos, la noche del 5 de enero.

La Nueva España · 19 junio 2001