Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

¿Qué significa Barthes en el siglo XXI?

El pensador estructuralista francés considera que no se sabe por qué alguien escribe

Nacido en 1915, Roland Barthes cumpliría cien años. ¿Es tan vieja la modernidad? Pero la modernidad del estructuralismo duró poco. Agotado el existencialismo, la activa industria cultural francesa sacó de ámbitos minoritarios y académicos una serie de autores y cuestiones a los que se englobó bajo el rótulo de estructuralismo, que, a través de sus popes Lévi-Strauss, Althuser, Lacan, Foucault, Barthes, etc., abarcaba científicamente la lingüística, la etnología, la sociología, la crítica literaria, el marxismo. El existencialismo, que alcanzó su apogeo al final de la II Guerra Mundial, fue el último romanticismo; pero el estructuralismo era más arduo, ya que sus pretensiones eran científicas y esas nunca llegan a ser populares aunque estén de moda Su calado era metodológico y terminológico, y no tardó en devorarse a sí mismo, porque abordar lo que vagamente se denomina "humanismo" como si se tratan de una ciencia exacta es contradictorio con la noción misma de humanismo. El método resultó fecundo en un conocimiento abstracto como la lingüística pero el propio Barthes demostró, al intentar aplicarlo a la crítica literaria, que es inaplicable. Barthes procuró salir airoso escribiendo frases de sentido críptico, como que "la literatura es posible debido a que el mundo no está hecho" o la literatura (obra y texto) es específicamente un mensaje que carga el acento sobre sí mismo" o bien que "la obra literaria se presenta como institución y como obra". No creo que frases tan definitivas y misteriosas contribuyan al mejor conocimiento de la obra, como no contribuye el análisis exclusivamente fonético de un texto poético. En cualquier caso, y lo escribo con verdadera pena, el estructuralismo fue el último movimiento intelectual de proyección universal. A partir de él, solo el silencio tecnológico.

Sartre, advirtiendo la competencia que para él y los suyos representaba el estructuralismo, afirmó que era la ideología de una sociedad tecnocrática neo-capitalista. Emociona su ingenuidad: al neo-capitalismo le basta con la tecnología sin necesidad de ninguna ideología, como se ha demostrado en este siglo, vendiendo tecnología para uso doméstico. Barthes le salió al paso afirmando que la metodología estructuralista refuerza el carácter científico de los estudios sobre el hombre. Pero el propio Barthes admitía que la Historia es relato, como la novela. ¿Dónde cabe, pues, una "historia científica", después de las obras de Herodoto, Tácito, Voltaire, Gibbon? En cuanto a la novela, tal vez resulte científico considerar que la constituyen el pretérito indefinido y la tercera persona: es el caso de "Anna Karenina". Pero en "Kim" de Kipling, habla la primera persona e impone el tiempo presente.

Los libros de Barthes ("El grado cero de la escritura", "El placer del texto", "Ensayos críticos", los trabajos sobre la semiología del vestido) tuvieron mucha difusión hace medio siglo. Con ellos, más que abrirlas, cierra puertas: "Preguntarse por qué se escribe es un progreso respecto a los inspirados; pero no es un progreso desesperado, no hay respuesta".

La Nueva España ·23 julio 2015