Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Francisco Rodríguez, con toga doctoral

Elogio al mecenazgo y apoyo del empresario a las distintas iniciativas culturales

El doctorado "honoris causa" por la Universidad de Oviedo a Francisco Rodríguez es de los más justos y merecidos entre los otorgados por esa institución. Francisco Rodríguez es un empresario que, surgido de las montañas asturianas, se ha extendido por todo el mundo y ha convertido el rótulo de sus empresas "Reny Picot", en certificación de calidad. Aunque sabe bregar en un mundo moderno y competir, y superarse, es también un empresario a la antigua: él es el alma de sus empresas. Añade a esta actividad empresarial el mecenazgo, apoyando toda clase de actividades culturales. Esta labor es importantísima, y sin duda es una de las facetas que le reconoce la Universidad de Oviedo. Porque en el ámbito cultural el sentido de empresa apenas existe y la actividad es, por lo tanto, mezquina: los editores -y me refiero a los de las grandes editoriales nacionales, porque las de ámbitos más reducidas no pasan de testimonios- son unos auténticos incompetentes, incapaces de haber ganado el inmenso mercado de la lengua española, y los del mundo del cine no dan un paso sin subvención. Nada digamos de los marchantes de arte que venden cuadros como si fueran cacerolas. Durante muchos años, la "industria cultural" española funcionó gracias a la subvención estatal. Por otra parte, los empresarios "castizos" siempre consideraron las actividades culturales como inútiles, extravagantes y peligrosas -anda mucho "rojo" por ahí metido. A pesar de los recelos, es un país con una industria cultural sórdida, es imprescindible el mecenazgo privado para evitar que la cultura española, bajo subvención estatal, vaya siempre en la misma dirección, hacia babor, ya desde los tiempos del franquismo. Para que una cultura se desarrolle libremente es imprescindible una industria cultural poderosa y eficiente, como en los Estados Unidos, o el mecenazgo privado, que también existe en los Estados Unidos, compensado por desgravaciones fiscales. En la Roma clásica poetas como Horacio dependían de las ayudas de Mecenas, lo que los libraba de servir a los intereses políticos de Augusto.

Pero el mecenazgo no agota la figura intelectual de Francisco Rodríguez. Además es un escritor de prosa fluida e ideas claras: lo primero es consecuencia de lo segundo, pues, como decía Montaigne, quien piensa bien, escribe bien. Francisco Rodríguez tiene las ideas clarísimas sobre puntos negros centrales como el Mercado Común y es de los pocos liberales de este país que inventó la palabra "liberal", pero que practicó poco el liberalismo -y cada vez lo practica menos. Un liberal no puede aceptar el intervencionismo estatal que a otros empresarios les parece de perlas. Y un empresario sabe, mucho mejor que cualquier redentor de la humanidad, que la pobreza no es rentable. En un sistema como el que estamos, si la empresa marcha bien, el país marcha bien. La desgracia de Asturias, de España, es que los empresarios como Francisco Rodríguez no son frecuentes.

La Nueva España ·11 junio 2015