Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Blanco o azul

No tener opinión sobre nada es una excelente oportunidad para opinar

El otro día, viendo por la TV (da igual la cadena: todas ponen lo mismo) una de esas tertulias políticas que ha desplazado en audiencia a golferías del tipo de Gran Hermano y en las que todos los asistentes se quitan la palabra unos a otros, por lo que se califican mutuamente de grosero, y reprochan con amargura a quien les quita la palabra que cuando él estaba en el uso de la palabra le dejaba hablar, me entero de que el rescate griego y la economía personal de los dirigentes de "Podemos" son asuntos secundarios y lo que verdaderamente interesa en todo el planeta en si el vestido que lució una señora escocesa en la boda de su hija era azul con franjas negras o blanco con franjas doradas. Corno ahora todo el mundo puede decir a través de eso que le dicen las "redes sociales" lo que le venga en gana, todo el mundo opina lo que le apetece respecto al color del vestido de la buena señora escocesa, y cuando escribo "todo el mundo" debe entenderse de manera literal, ya que sobre esta cuestión que tal vez tenga algo que ver con el daltonismo, opinan desde Japón y Nueva Zelanda hasta lo más sesudos tertulianos de las televisiones nacionales. la pregunta es de qué color era el vestido, pero la respuesta fue de otra índole: en un día se agotaron lodos los vestidos parecidos al de la señora escocesa, fueran blancos o azules. Tal éxito del negocio relacionado con las telas y la vestimenta no se conocía desde la cristianización de Samoa, donde los nativos andaban desnudos pero, según el etnólogo G. P Murdock, desde la llegada de los misioneros "solo la demanda de los tejidos de algodón asciende a unas quince mil libras esterlinas por año y aumenta constantemente". Si ahora se empieza a dudar de si una tela es blanca o azul, auguramos un porvenir extraordinario al ramo textil. La propia cadena televisiva que comentó este hecho envió a Londres a comprar un vestido como el que ocasionó la polémica y que oportunamente lució ante las cámaras una agraciada señorita, sin duda empleada de la casa. En apariencia el vestido era azul con franjas negras: pero cualquiera sabe.

Esta discusión peregrina y más bien estúpida me trae el recuerdo la farsa dentro de la farsa del cervantino "Retablo de las maravillas", en el que cada cual ve lo que cree ver, que tal vez procede del cuento del paño maravilloso que figura en "El conde de Lucanor" de Don Juan Manuel y que, siglos más tarde, aprovecha Andersen en "El vestido del emperador", donde desde los cortesanos al pueblo ven lo que les conviene ver, excepto el emperador, quien creyéndose vestido con las mejores ropas que jamás se cortaron y cosieron, está desnudo.

El vestido de la señora escocesa proporcionó a quienes no tienen opinión sobre nada una excelente oportunidad para opinar: porque cualquier persona se cree capacitada para distinguir el blanco del azul, aunque como acaba de demostrarse, no tienen tan seguro qué es blanco y qué es azul.

La Nueva España ·12 marzo 2015