Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

El gato en Carnaval

El frenesí de los felinos se desata en primavera

En un anuncio televisivo que con seguridad ustedes han visto alguna vez (porque en la actualidad los anuncios transmiten la ideología, como antaño se hacía por medio del Manifiesto y de las encíclicas) un ama de casa de los nuevos tiempos (es decir: rubia, la moda está haciendo más por el "aspecto ario" que Hitler) le informa a su gato gordo y peludo que como está esterilizado tiene que darle una comida con pocas grasas, calorías, etcétera, para evitar que engorde más de la cuenta. Problema que no afecta a mi gato "Pelle" ni a otros que, como él, no están esterilizados, porque cuando llega la luna de Carnaval, entre febrero y mediados de marzo, entran en frenesí venusiano y menguan: ya les conté el año pasado cuánto había menguado "Pelle". En estos días adelgaza tanto que "no honra a una casa", como dice mi amiga Isabel Campuzano. Aunque este año se volvió más sabio que el pasado y los furores de febrero y marzo le afectan menos, pues el gato, a diferencia del hombre, saca provecho de sus experiencias y, en lugar de pasar a la ventura cuatro o cinco días fuera de casa, "Pelle" viene a casa a comer dos o tres veces. De todos modos, las guardias amatorias producen desgaste, pues hasta los papos se le redujeron de manera considerable. Eso sí: no viene crismado como otras veces, de lo que se deduce que aprendió a guardar su turno, y algunas noches duerme en casa, acurrucado en alguno de sus rincones favoritos, aunque nada más que se abre la puerta del jardín, vuelve a salir, sin desayunar siquiera. Pero no crean que sale como una bala y a lo loco como si le consumiera la impaciencia, sino que lo hace con la dignidad de un caballero que se dispone a visitar a la "demi-mondaine" gatuna a la que le puso un piso. Con mucha parsimonia, casi con majestad, va en dirección a la casa del cura (qué lugar más raro, ¿no les parece?) o echa a andar por el camino que sale a Priede, o entra en la huerta de mi vecino Bernardo, aquí con precaución y muy pegado a la cerca, no sea que salga la perra. Y no es que le falten gatas en mi jardín, donde habitan una hija suya y dos nietas. Pero se conoce que "Pelle" observa el tabú del incesto.

"¿Quién sabe lo que (el gato) ha hecho por la noche cuando por la mañana anda ronroneando junto al hogar?", se pregunta Ernst Jünger. Pregunta a la que no responderá ningún gato, y menos "Pelle", que es sobremanera silencioso y ni siquiera miaga porque tiene otro lenguaje para entenderse con nosotros. Si tiene hambre, se sienta ante el cuenco de su comida. Si tiene sed, sube al fregadero, porque bebe "a la catalana" (es decir, sólo un chorrillo de agua muy fina) como el gato de Rafael Anes. Si quiere salir, se sienta delante de la puerta: si no le abro, me mira con miradas de petición y protesta; si aun así no le atiendo, araña los muebles porque sabe que entonces le abro inmediatamente. Si hay visitas, saluda como gato bien educado, pero sin excederse. Si hay niños, se retira por el foro. ¡Ay, los gatos, que no saben de proteínas y calorías, pero sí saben mucho de lunas y del hombre!

La Nueva España · 20 marzo 2014