Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Una lengua acosada

Los responsables políticos fomentan el deterioro de la lengua española

Javier Marías, un resistente que se niega a utilizar el ordenador, arroja la toalla al afirmar que «cada vez da más la sensación de que luchar contra el deterioro de la lengua española es una batalla perdida, pues, al ritmo que vamos, dentro de cincuenta años los lectores tendrán dificultades no ya para entender el "Quijote", sino lo que escriben los novelistas actuales. Y no se está refiriendo a una lengua muerta, inventada o local, sino a la lengua europea con mayor número de hablantes en el planeta: muchos más que el inglés, cuya extensión es como lengua adquirida, no como lengua materna, y que es lengua oficial en todo un continente. Como escribe José Luis García Delgado en el libro «Economía del español» (cuya lectura y meditación recomiendo vivamente), a comienzos del siglo XXI, es una de las cuatro lenguas «mundiales» o «mayores», junto al chino, hindi e inglés, y «se ha afirmado como segunda lengua de comunicación o de intercambio, después del inglés». Se trata, evidentemente, de una de nuestras mayores riquezas, y tal vez de la más segura. Es una lengua en expansión en todo el mundo, salvo en España, donde recibe los más variados acosos; desde los provenientes del separatismo a los anunciados por el propio gobierno. Y por si estos acosos políticos fueran poco, cada vez se habla peor, cada vez se reduce más el paupérrimo léxico de los jóvenes, cuya jerga particular se forma en un ambiente donde el ruido estridente sustituye a la conversación, y los videojuegos y las incitaciones electrónicas a la reposada lectura. Aparte los disparates que se dicen y que denuncia Marías y esa ortografía bárbara de los mensajes electrónicos que no dudo en calificar de obscena. Hace años ya, un nihilista como García Márquez proponía la abolición de la ortografía: que cada cual escriba como le venga en gana. Así no habrá manera de entenderse, como en Babel, y acaso por ese camino llegue la revolución.

El socialismo radical de Z. pretendió desjarretar la nación. Ahora el socialismo moderado de Rajoy proyecta anular la lengua, al proponer la enseñanza en inglés. El caso es tan absurdo como suponer que lenguas de uso local como el gallego o el catalán deben competir con el español; y al menos el gallego tiene parentesco con el portugués, en tanto que el catalán no se habla más allá del Ampurdán. Ahora, al parecer, a lo que se tiende es a que se hable la lengua del lugar y el inglés, entendiendo por lo demás la enseñanza como una oficina de colocaciones y suponiendo que los nuevos españoles de cipayos o, lo que es peor, de babús, que eran aquellos finísimos hindúes anglosajonizados a los que los sahibs echaban a patadas de los trenes en los relatos de Kipling. No estoy en contra de que los españoles sean bilingües, aunque nunca podrán serlo todos por decreto. Y antes de aprender inglés, que aprendan español, para que sus nietos, no digo que puedan leer el «Quijote», sino que puedan entenderse.

La Nueva España · 6 de marzo de 2012