Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


Gracia Noriega, Mirador de sombras

Ignacio Gracia Noriega

Sarmiento y los gauchos

Cincuenta y dos volúmenes de obras completas de un ex presidente de Argentina

Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) fue un personaje múltiple (maestro, comerciante en vinos, librero, político, opositor a Rosas, desterrado, periodista, general) que ocupa buena parte del siglo XIX argentino. Como político alcanzó la presidencia de la República argentina de 1868 a 1874 y como escritor sus obras completas llenan cincuenta y dos volúmenes. La escritura, la política (bien como desterrado en Chile, como soldado contra el tirano o ejerciendo la máxima magistratura de la nación) no le impidió viajar a Europa (Francia, Italia, España), por África y a los Estados Unidos de Norteamérica, cuyo sistema político procuró imitar, en la medida de lo posible, para bien de su país, que, como es sabido, derivaría hacia «el afrancesamiento, de funestas consecuencias». Su estancia posterior en Hashineton como embajador le permitió ahondar en los procedimientos educativos norteamericanos, que trasladó, también en la medida de lo posible, a la patria. Pues por encima de todo Sarmiento era un educador. De sus muchos libros y numerosos escritos varios y dispersos destacan «Facundo» (1845), «Recuerdos de provincia» (1850) y «Campaña del Ejército Grande» (l853), tres obras distintas que evidencian a un gran escritor, castizo y vigoroso. De estos libros, el de mayor encanto literario es «Recuerdos de provincia». «Facundo», certeramente subtitulado «Civilización y barbarie», es el más difundido, el más comentado, el más ideológico y el de mayor influencia. No he leído «Campaña del Ejército Grande», pero quedo con las ganas, porque tengo a Sarmiento por un excelente narrador y prosista. Su prosa no posee la pureza de la de Montalvo, pero su fuerza y expresividad es superior a la de cualquier otro escritor americano de su época. Lástima que los argentinos del siglo XX no hayan leído a Sarmiento tanto como a los autores que estaban de moda en París. Qué lejos de la cursilería cosmopolitoide y de la pedantería afrancesada del escritor argentino al uso el estilo «despreocupado y montaraz» de Sarmiento, según lo califica Raimundo Lida, pero también lírico y colorista, y en ocasiones severo y reflexivo. Sarmiento había aprendido a escribir en buena escuela, «tanto en la lectura de autores españoles antiguos como por haber nacido en una región arcaizante, en San Juan de la Frontera, donde, en su infancia, escuchó con frecuencia «locuciones anticuadas, pero castizas».

«Facundo» compendia la actitud de Sarmiento, resumida en el subtítulo: «Civilización y barbarie». Facundo Quiroga fue un «gaucho malo; general de un ejército de salvajes capaz de las mayores atrocidades y de las mayores arbitrariedades. Hombre de los llanos, de la Pampa (a la que, según Bioy Casares, casi nunca nombran de ese modo los poetas gauchescos), recuerda la barbarie del asturiano Boves en las llanadas de Venezuela. Facundo fusilaba en masa, incendiaba y ordenaba cientos de azotes un día que no estaba para chanzas. De todos modos, era preferible al tirano Rosas, más bárbaro aún. Sarmiento establece la oposición entre la ciudad y el campo, la civilización y la barbarie. No es de extrañar que se inclinara por la ciudad, por la civilización, por Europa con cierta excepción de España, cuya anarquía consideraba responsable de las anarquías americanas. El libro se divide en tres partes: una descripción de Argentina y de los «caracteres, hábitos e ideas que engendra»; la biografía de Juan Facundo Quiroga y una tercera parte constituida por un alegato contra Rosas, el propietario rural, el hacendado convertido en tirano, el doblete en América del Sur del mejicano Santa Anna. Rosas hace bueno a Facundo, asesinado por instigación suya (y por pura inconsciencia de Facundo) en Barranca Yaco. El estilo de Sarmiento refleja aquel mundo bárbaro; no en vano Menéndez Pelayo le llamó «gaucho de las letras».

La Nueva España · 24 noviembre 2011