Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Gana el pulso quien empuja más fuerte

La política del avestruz como respuesta a la votación separatista por encima de la legalidad

Por fin llegó el temido 9 de noviembre y, a diferencia de los idus de marzo que tan fatales fueron para César, ya ha pasado. Sus efectos tal vez no sean inmediatos, pero seríamos inconscientes si supusiéramos que no van a ser graves, que todo se redujo a una astracanada y a un reto. Desde un aspecto jurídico, España muestra su peculiaridad: no se respeta la ley, y la única solución que se propone es que se cambie la Constitución, como si las constituciones fueran trajes a la medida, para los partidos más beligerantes. Naturalmente, una democracia en la que no se respeta la ley deja de ser democracia, por lo que aquí se está evolucionando hacia una especie de asamblearismo, representado por la banda tercermundista por Podemos y por la localista por los separatistas. Quién sabe si no será la verdadera "democracia", como decían los "progres" europeos (entre ellos una delegación de la Universidad de Oviedo) del régimen del coronel Gadafi, que había instaurado en Libia ¡una democracia asamblearia como la de Pericles en Atenas! Pueden consultar las hemerotecas de “La Nueva España”, quienes duden de tal enormidad. En Cataluña se ha instaurado el 9 de noviembre una nueva modalidad de uno de los aspectos de la democracia (no el único, como se obstinan en hacer creer a sus compatriotas españoles los políticos profesionales): el sufragio universal libre y secreto ha dejado de ser secreto, porque todo el mundo se presentaba ante las cámaras de televisión con la papeleta desplegada mostrando el "sí' (lo que hubiera sido suficiente para impugnar las mesas en las que tales hechos se produjeron) y ha dejado de ser sufragio propiamente dicho, ya que no estuvo sometido a ningún tipo de control, no había censo ni interventores, y hasta los votantes rezagados pudieron votar una vez cerrados los supuestos colegios electorales. En consecuencia, Mas podrá decir con toda razón que todos los votos fueron favorables a la propuesta independentista porque, ¿con qué garantía se hizo el recuento de los votos, si todas las mesas estaban atendidas por separatistas o por funcionarios públicos?

A lo que parece, el único que observó escrupulosamente la localidad (uno de los aspectos de eta legalidad, porque podía haber recurrido a otros procedimientos perfectamente legales también) fue el Gobierno de Rajoy, pusilánime y claudicante. Porque si el contrario se sitúa enteramente por encima o al margen de la legalidad, hacer la política del avestruz es darle toda clase de facilidades al separatismo. Con la ambigüedad del PSOE, cuya estrategia coincide con el separatismo en más aspectos que los que deja entrever, y que ya está pidiendo cambio de Constitución para colar un federalismo sacado de la manga, Rajoy, que no sabe o no se atreve a gobernar con mayoría absoluta, está solo, o, mejor dicho, está sola España, que tal vez dentro de pocos años sea otra cosa si es que queda algo de ella.

La Nueva España · 11 noviembre 2014