Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

La Guardia Civil y Hacienda

La Benemérita, la única institución española que aún conserva el prestigio de la eficacia

Para el general Feliz, buen amigo.

Aseguraba Benjamin Franklin que sólo dos cosas no fallan en este mundo, pagar impuestos y la muerte, razón por la que el Fisco siempre tuvo sus oficinas bien organizadas. Indalecio Prieto, por su parte, refería el caso de un amigo que había dispuesto que a su muerte le enterraran vestido de guardia civil, porque era el único instituto serio que funcionaba en España y deseaba causar buena impresión en la otra vida. En un sistema como éste en España, en el que todas las instituciones se están desmoronando entre la corrupción y el descrédito, tan sólo Hacienda y la Guardia Civil conservaban el prestigio de la eficacia, por lo que el ciudadano de la calle siente hacia ellas un respeto no exento de temor. El temor y la prevención hacia la Hacienda pública son comprensibles; el temor hacia la Guardia Civil obedece a que se le encomiendan misiones que tal vez no sean las propias del benemérito instituto, como vigilar que los conductores no beban o lleven el cinturón de seguridad puesto: lo que lo convierte en una especie de subordinado de las todopoderosas compañías de seguros, y hoy circular sin el cinturón de seguridad puede ser tan peligroso como llevar el vehículo automóvil cargado de propaganda antifranquista durante el régimen anterior. Por lo que esas campañas de «buenismo» exacerbado y empalagoso con que el Gobierno quiere convencernos de que agrede nuestra privacidad «por nuestro bien», proponiendo diez o veinte razones para atarnos al cinturón de seguridad, se reducen a una sola: a que la Guardia Civil vigila y lo hace con eficacia.

Ahora Hacienda, o la Agencia Tributaria, o quien sea, se ha puesto en evidencia, situándose a la altura de la chapucería generalizada en «este país». Lo de esas propiedades que la Infanta vendió, pero que no existen, y el informe que Hacienda envió al juez nos obligan una vez más a llevarnos las manos a la cabeza y a clamar: ¿en poder de quiénes estamos? El informe al juez parece obra del analfabetismo más desinhibido y el hecho de que no sepa a qué obedece ni quién lo envió puede evidenciar muchas cosas, aunque sólo de una estamos seguros: de que Hacienda, en este caso, es tan poco fiable como cualquiera de las demás instituciones chapuceras, corruptas y politizadas de este desdichado reino. Bien es verdad que la función de Hacienda es cobrar, y para eso no es necesario que el ciudadano esquilmado se fíe del cobrador omnipotente (y omnipresente).

Descartada Hacienda del reducidísimo catálogo de las «instituciones serias», sólo queda en pie la Guardia Civil. Hoy como ayer, la Guardia Civil cumple. Cuando cayó la Comandancia de Melilla, sólo resistió la Aduana, defendida por media docena de guardias civiles. Aparte que la Guardia Civil no cobra al ciudadano por los servicios que le presta, mientras Hacienda cobra por muchos servicios que el Estado no da.

La Nueva España · 22 junio 2013