Ignacio Gracia NoriegaIgnacio Gracia Noriega


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Ignacio Gracia Noriega

Por los alrededores de Casazorrina

Agradezco la instructiva carta de don Francisco Muñoz de Escalona relativa a mi paso por tierras de Salas durante mi recorrido jacobeo al tiempo que celebro que tengamos amigos comunes. Valentín, ya fallecido, y Juan Álvarez Corujedo. Asimismo, me recuerda a otro buen amigo, el difunto José María Laso, que aprovechaba las conferencias de los demás para pronunciar, durante el coloquio, su propia conferencia.

Lamento haber pasado de largo la casona de La Devesa. Efectivamente, no reparé en ella, pero, de haberlo hecho, ¿podría haber ofrecido a mis lectores una erudición equiparable a la que nos proporciona el señor Muñoz de Escalona? Desde luego que no, por lo que, por una vez, esa omisión ha beneficiado a mis lectores. Ahora bien: debe tener en cuenta mi amable comunicante que he de resumir mis impresiones de viaje en dos páginas en las que, como es natural, no se puede dar cuenta de todo lo que hay. Si tuviera que señalar todas las casonas, ermitas, topónimos, etcétera que hay en el camino, todavía no habría llegado a Grado, y además, me mata Ángeles. Tal vez si, a partir de estos apuntes, escribo un libro, haga el recorrido más detallado. Mas para ello tendría que proponérmelo algún editor. Aunque le parezca mentira, yo jamás hago ofrecimientos a los editores.

Respecto a Casazorrina, yo no especulé sobre su etimología: tan sólo me limité a constatar que ese topónimo le hacía gracia a María Eugenia Yagüe. Julio Concepción Suárez señala en su documentado diccionario de toponimia «que tal vez nada tenga que ver con vulpeja alguna», y propone un analógico «Sorina» transformado por interpretación popular, como muy bien explica don Francisco Muñoz de Escalona.

Respecto al argayo que cortó la CN-634 y que obliga a una desviación de varios kilómetros, es sencillamente una vergüenza tercermundista en plena época del internet, de la informática, de los ordenadores en cada casa y del socialismo posmoderno, pero los caninos están en la Edad Media, con la única diferencia de que, en este caso, el Ayuntamiento advierte de que no se responsabiliza de las averías que puedan producir en los vehículos las inclemencias de la mencionada desviación. Insisto: es una vergüenza que no se haya reparado todavía ese argayo.

La Nueva España · 30 julio 2010